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Foto del escritorAbel Serna Sahoui

A Dios no lo podemos reducir (I)

No se puede reducir a Dios a una sola corriente o escuela de pensamiento, directamente es imposible e inapropiado para la fe en un Dios que no se deja encontrar tan fácilmente. Aunque es humano el deseo de poseer, lo cierto es que solo sabemos de Dios dos cosas: que existe y que es bueno. Y lo sabemos especialmente por la Revelación de Jesús, o más bien, por la Revelación en Jesús. En efecto, Jesús nos muestra el rostro de Dios, que es bueno, y nos recuerda que está ahí, esperando como un padre. De hecho, nos aconseja que lo llamemos Padre en la oración del Padrenuestro.


Por todo eso, es muy humano y ambiguo reducir el estudio de Dios a una corriente, ya sea liberacionista, feminista, etc. Porque Dios es mucho más, es un misterio inabarcable para la razón humana y que se ha hecho accesible a las personas solo por puro don.

Ahora bien, sí sabemos que Dios se ha decantado por los pobres, y que con mucha seguridad lo ha hecho desde el principio de la creación. Pero eso no lo convierte en un Dios de pobres, sino en un Dios preocupado por todos que no se mide por las fuerzas humanas sino por el amor que ha depositado en todos sus hijos, indistintamente de la riqueza y la pobreza. De lo contrario, no sería bueno, solo un dios de pobres. En la película del Titanic se explica muy bien: Dios es como la protagonista, se enamora del pobre, lo va a buscar a tercera clase, se desvive y entrega a él con todo el corazón. Es más, a su prometido lo detesta, parece que no lo quiere, lo evita porque tiene su seguridad puesta en la riqueza y eso la asquea. Todo está claro hasta este punto, sin embargo, no olvidemos que el barco se hunde para los ricos y para los pobres, y ambos se ahogan en las mismas aguas. En efecto, ricos y pobres corren el riesgo de ahogarse en las mismas aguas de la indiferencia, la injusticia, la violencia y el error, es decir ricos y pobres comparten una misma humanidad vulnerable que puede ser hundida a la primera de cambio.

Con la película del Titanic podemos entender mejor a Dios, quien desea que todos salven sus vidas de las corrientes turbulentas de este mundo. Pero esto último lo quiere para todos por igual, porque si solo mirase por unos, aunque estos sean los más pobres, entonces ya no sería un Dios bueno, sino un dios de una parte, y no es este el Dios que anuncia la salvación para todos, sino el Dios que algunos quieren y que jamás existirá, porque Dios ha venido, como se dice en Teología, para la salvación de todo el género humano, es decir en un sentido escatológico universal.

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