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Foto del escritorLisa Ortín Katnich

Camino de Santiago 24 - Lisa Ortín

Dos sueños hechos realidad: hacer el Camino de Santiago y hacerlo con un buen amigo. ¡Qué regalos nos hace el Señor cuando menos te lo esperas!


No ha sido un verano fácil y es que la vida no es camino de rosas. Aceptar retos, enfermedades, tomar decisiones, cambios en el trabajo y no precisamente a mejor… El Camino tiene tantas enseñanzas y creo que no me equivoco si digo que el común a todos los que lo hacemos, es que se puede, con empeño, ayuda de los demás y sobre todo, confianza en nuestro Dios.


¡Cuánto dolor, no solo físico, sino emocional y espiritual! Para poder afirmar esto es porque durante estos cinco días de caminar, he estado con los ojos y oídos bien abiertos, desconectada del móvil.


Primera gran enseñanza: siendo yo de las más maduras del grupo, ¿qué me iban a enseñar los estudiantes universitarios?  Pues he de decir que mucho. A veces pensamos que los jóvenes no tienen problemas, o si lo tienen, son cosas menores. Pero no es así, todos llevamos nuestras “mochilas”. Algunos, a su corta edad, han pasado por pruebas muy duras y me han ayudado a ver que, confiando de verdad en Dios, siguiendo Su enseñanza y estilo de vida, las cosas se llevan mucho mejor. No están solos, han sabido pedir ayuda a algún amigo, algún sacerdote, para darles luz en esos momentos oscuros.

Todo esto me lleva a una segunda enseñanza: no juzgar por las apariencias. En este mundo donde solo manifestamos las alegrías y publicamos en las redes sociales momentazos, ocultamos una vida de sufrimiento y sentimientos mucho más profundos, espirituales, que no tienen cabida en la forma de publicitarse uno para tener el máximo de likes.


Las labores estaban repartidas desde la primera reunión. Yo como médico, iba en el grupo sanitario y además en el grupo de comidas. Cocinar para 38 personas no es fácil, pero con ayuda, se puede. Y ante todo, ahí va otra enseñanza: las cosas hechas con amor, sin esperar nada a cambio ni reconocimientos, es lo que más te puede recompensar en esta vida, menos insatisfacciones te produce y te hace ser más humilde. Aprovecho para dar las gracias a todos los que han hecho posible este sueño: los organizadores, al grupo de liturgia/coro, a nuestros animadores lúdicos, al grupo cultural y a mis compañeras sanitarias. Sin ellos, esta experiencia no hubiera sido igual.


No todo ha sido perfecto y la diferencia generacional e inmadurez es una realidad. Pero esto también ha tenido su enseñanza: paciencia y aceptación. No nacemos enseñados y cada etapa de la vida tiene su proceso. Los que tenemos más vida andada, debemos ser un buen ejemplo para estos jóvenes que están con hambre de aprender.


Siempre hay malas experiencias, realidades que hubiéramos preferido no haber vivido, pero lo importante es aprender de ellas, no seguir en la crítica porque lo único que va a lograr es aumentar nuestro mal estar, generar mal ambiente, quitarnos la paz y hacernos olvidar todos esos buenos momentos vividos y tanto aprendido. Qué gran aprendizaje este para llevarlo a nuestro día a día.


Tengo tanto que darle gracias a Dios. El camino me ha hecho ver una vez más, que mi fortaleza física, emocional y espiritual, me viene de Él. Que siempre está a mi lado. Los cambios que me pide en mi vida son para mayor Gloria suya, que me abandone en Su voluntad porque nunca me va a soltar de Su mano. La vida está llena de Diosidades, todo tiene un porque, aunque en ese momento nos fastidie o nos cambie nuestros planes. Lo importante es no buscar protagonismo, alimentar nuestro ego, sino entregar nuestra vida a los demás, el Señor siempre nos regala el ciento por uno.


El Camino es la vida misma y me quedo con algunas de las frases de Santa Teresa de Calcuta de su poema La Vida: “La vida es una oportunidad, aprovéchala: la vida es belleza, admírala; la vida es sueño, hazlo realidad; la vida es un reto, afróntala; la vida es amor, gózala, la vida es tristeza, supérala: la vida es vida, defiéndela”.


Animo a jóvenes, y no tan jóvenes, vivir esta gran experiencia. Se puede vivir en solitario, pero la enseñanza a vivirlo en una comunidad, en este caso, con la Pastoral Universitaria, es mucho más enriquecedora. ¡Ultreia!

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