Solemnidad del Corpus Christi – Ciclo A
La aspiración del ser humano es demasiado grande para ser satisfecha del todo por lo que nos dan las cosas que hay a nuestro alrededor. Todos tenemos hambre y sed de plenitud, de infinitud, de futuro, de amor auténtico. Por eso no nos conformamos con lo que encontramos delante de nosotros, y buscamos abrirnos a lo que está por venir. Este hambre de plenitud, de futuro… encuentra satisfacción sólo en el Pan de Vida que nos da Jesucristo. En ese pan, Jesús “no nos da algo, se da a sí mismo”, y de ese modo se convierte en comida de la que vivimos. Es, por ello, alimento de Vida Eterna.
Escuchamos hoy en el evangelio unas palabras de Jesús invitándonos a “comer su cuerpo y beber su sangre”. La comida y la bebida a la que Jesucristo se refiere es la comunión en su persona y la participación en su destino: ser alimento y bebida para un mundo hambriento y sediento. Cristo se ha partido y derramado por nosotros -le hemos comido y bebido- para que ahora nosotros seamos “pan partido y sangre derramada” para los que nos van a encontrar en el día a día de la vida. Esto es celebrar Eucaristía, y no otra cosa. Es la acogida de su amor; y es desde este amor, que es nuevo, diferente, plenificante, de donde brota la necesidad de amar de la misma manera, de donde brota la Caridad. Es obvio, por tanto, por qué hoy, Solemnidad del Corpus Christi, también celebremos el Día de la Caridad.
En cada Eucaristía hacemos presente el don del Amor de Dios a la humanidad, la entrega de Cristo por cada hombre, la Alianza Nueva para el perdón de los pecados. Del mismo modo, en el ejercicio de la Caridad no se trata de dar, sino de “darse”, porque “quien da” de lo que tiene puede estar buscando otro interés o puede quedarse fuera del hecho en sí de la donación, … pero “quien se da” se implica, hace propio el dolor o el gozo del hermano, y llega a la raíz más profunda de su ser persona: descubre que “ha sido creado para amar y para el amor”, a imagen y semejanza del Creador. Este es el camino para dar vida a un mundo que no la tiene y anda triste, sin sentido, ardiendo en odios y violencias. El mismo Jesús nos lo dice en el evangelio: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
A esta hermosa y gratificante tarea se dedican, en cuerpo y alma, los hombres y mujeres de Cáritas. Benedicto XVI definió a Cáritas como “un corazón que ve”. Y el Papa Francisco les dice: “sois la caricia y la ternura de Dios para un hombre herido”. Sí, un corazón que ve, que oye, que late… con el mismo latir de Dios. Así podremos seguir “construyendo espacios de esperanza”.
¡Hermano, que tu corazón no se detenga, “que vea”, que hoy bombee con mayor entrega! Este mundo te necesita: “Tú tiene mucho que ver”, nos dice este año Cáritas, y afirma con rotundidad que… “Somos oportunidad. Somos esperanza”.
Este día acompañaremos a Cristo Sacramentado por calles y plazas de nuestras ciudades, pero también debemos llevarlo cada día siendo tabernáculos vivos.
¡Feliz día del Amor! ¡Feliz día del Corpus!
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