top of page

Cuarta comparación: fenómenos meteorológicos

Foto del escritor: José Antonio García LópezJosé Antonio García López

(Sb 16,15-29)


Siete comparaciones entre Egipto e Israel, te lo he dicho varias veces, ¿verdad?


Y llegamos a la cuarta, que es la que está en el centro. Y sabemos que a nuestro autor le gusta poner en el mismo centro lo más importante. Así que atento, que se vienen cosas grandes. La he querido llamar fenómenos meteorológicos porque es difícil poner un nombre concreto.


Sabemos muy bien que el primer principio que rige estas comparaciones es que el mismo elemento natural sirve para castigar a los malos y para proteger al justo. De esto ya te he hablado varias veces, no hace falta explicarlo otra vez. Pero delimitar de qué elemento natural está hablando ahora no es fácil. Quizás hubiera que llamarlo algo así como “cosas que caen del cielo”, pero esto no es demasiado elegante. Así que “fenómenos meteorológicos” se va a llamar.


El autor compara una de las plagas de Egipto con una de las maravillas que Yahveh hizo en el desierto para proteger a su pueblo, lo de siempre, nada nuevo. La plaga es el granizo y los rayos que cayeron sobre Egipto y que destruyeron cosechas y animales. Si no recuerdas bien los detalles de aquella historia échale un vistazo, te vendrá bien: (cfr. Ex 9,18-35).


Es llamativo en esta plaga que algunos de los egipcios se fiaron del Señor, y evitaron el castigo. El Señor avisó a Faraón de esta plaga para que pudiera poner a salvo animales y personas. Algunos de los egipcios hicieron caso a Yahveh y los salvaron de la destrucción. Otra cosa llamativa es que en esta plaga se juntan fuego y agua, granizo y rayos. Y, aunque son elementos de por sí opuestos, sin embargo, no se estorbaron mutuamente en su función. Ni el agua de la lluvia apagaba el fuego provocado por el rayo, ni el fuego derretía el hielo que caía del cielo. Y el modo como Dios protege a su pueblo durante la travesía del desierto es el pan que baja desde el cielo, el maná. Éste es un tema que aparece muchas veces en la Escritura, y en toda la tradición de Israel. Si tienes un rato pásate por los textos donde nos lo cuentan y descubrirás nuevos detalles, seguro (cfr. Ex 16,4-35, Nm 11,4-9).


Esto es lo más importante en este texto. Léelo ahora con detenimiento. Seguro que hay expresiones que te suenan mucho, las has oído muchas veces.

 

Es imposible escapar de tu mano. 

16Los impíos que no querían conocerte

 fueron castigados con la fuerza de tu brazo:

 los persiguieron extrañas lluvias, granizadas, tormentas implacables

 y el fuego los devoró. 

17Y lo más sorprendente era que con el agua, que todo lo apaga,

 el fuego cobraba una violencia mayor,

 pues el universo es paladín de los justos. 

18Unas veces la llama se amortiguaba,

 para no abrasar a los animales enviados contra los impíos

 y para que, al verlos, comprendieran que los impulsaba el juicio de Dios; 

19pero, otras veces, aun en medio del agua, la llama ardía con más fuerza que el fuego,

 para destruir los frutos de una tierra malvada. 

20A tu pueblo, en cambio, lo alimentaste con manjar de ángeles,

 y les mandaste desde el cielo un pan preparado sin esfuerzo,

 lleno de toda delicia y grato a cualquier gusto. 

21Este sustento revelaba a tus hijos tu dulzura,

 pues se adaptaba al gusto de quien lo tomaba

 y se convertía en lo que cada uno quería. 

22Nieve y hielo resistían al fuego sin derretirse,

 para que supieran que el fuego,

 ardiendo entre el granizo y resplandeciendo bajo la lluvia,

 destruía las cosechas de los enemigos; 

23mientras que, para que los justos se alimentaran,

 se olvidaba hasta de su propia fuerza. 

24Porque la creación, sirviéndote a ti, su creador,

 despliega su fuerza para castigar a los malvados

 y la modera para beneficiar a los que en ti confían. 

25Por eso también entonces, adoptando todas las formas,

 estaba al servicio de tu generosidad, que a todos sustenta,

 según el deseo de los que te necesitan. 

26Así aprenderán tus hijos queridos, Señor,

 que la variedad de frutos no alimenta al hombre,

 sino tu palabra, que mantiene a los que creen en ti. 

27Pues lo que el fuego no pudo devorar

 se derritió simplemente al calor de un tenue rayo de sol, 

28para que supieran que hay que adelantarse al sol para darte gracias

 y salir a tu encuentro al rayar el alba. 

29Pues la esperanza del ingrato se derrite como escarcha invernal

 y se escurre como agua inservible.

 

Quiero decirte que el tema del maná no se agota en este texto, que nuestro autor lo volverá a retomar, justo antes del final del libro, y allí te dará la clave para entenderlo mejor (cfr. Sb 19,20-21). El maná siempre es un misterio para Israel. De hecho, no saben ni cómo nombrarlo, por ello lo llaman algo así como ¿qué es esto? (cfr. Ex 16,15). No conocen ni tan siquiera a qué sabe. A veces se nos dice que sabe a miel (cfr. Ex 16,31), a veces que sabe a aceite (Nm 11,8). Los dos son sabores buenos.


Nuestro autor lo soluciona diciendo que sabe a todo. Cada uno encuentra en esta comida el sabor que quiere.


En los salmos se nos dice que viene del cielo, que es comida de ángeles, comida de hombres fuertes (cfr. Sal 78,24-25). El primer principio, te lo he recordado hace unos minutos, nos dice que el mismo elemento sirve para castigar y para proteger. Ese principio aquí aparece reformulado, y con una extensión más grande, universal. Toda la creación está al servicio del Señor, y él la usa de un modo o de otro, según convenga (cfr. Sb 16,24). Y para probar esto se detiene en algunos detalles verdaderamente sorprendentes. El mismo fuego que sirve para destruir cosechas, es el que usan los israelitas para cocer el maná y así poder preparar su comida.


El maná, dice el texto del Éxodo, se derrite en cuanto lo toca el sol, por eso hay que recogerlo temprano, sin embargo, se puede cocer en el horno. Todo el mundo lucha en favor de los justos. Quizás piensas que eres una minoría en riesgo de extinción en esta cultura tan contraria a la fe. No lo olvides, recuerda, toda la Creación está a tu servicio, y así lo pondrá por obra el Señor. Eso sí, cuando llegue el momento, no antes.


Egipto era muy conocido por su fertilidad, sobre todo los territorios que rodean al Nilo. Y sin embargo ellos pasaron hambre. Israel es pequeño, pobre, está viviendo durante cuarenta años en un desierto estéril. Y ni uno de sus días le faltó el mejor de los alimentos. Es un pan que además es palabra, y por eso sacia de verdad. No sólo pan, sino también Palabra, seguro que esto te suena bastante (cfr. Dt 8,3; Mt 4,4). No busques saciarte más que en la Palabra de Dios, nunca te fallará (cfr. Sb 16,26).


La Iglesia siempre ha leído este texto, lógicamente, a la luz de la plenitud de la Revelación. Desde Cristo sabemos que este pan que baja del cielo y en el que cada uno encuentra lo que necesita alcanza su plenitud en la Eucaristía. De hecho, esa misma palabra, “Eucaristía” aparece en el texto que acabas de leer (Sb 16,28). Recuerda que en el idioma original esta palabra significa sólo “acción de gracias”. Nuestra liturgia ha tomado una frase de este texto para aplicarla al Pan Eucarístico: les diste el pan del cielo que contiene en sí todo deleite (Sb 16,20). Literalmente lo encontramos así. La versión de la Biblia que has leído lo traduce de otro modo, pero es exactamente el mismo el texto que está detrás.


Y, recuerda, que este tema no está cerrado. Lo volveremos a ver al final del libro. Y allí encontraremos la clave que haga que lo entendamos mejor. Y así nos lo podremos aplicar con más profundidad.


Paciencia, todo llegará.

Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating

Recibe en tu correo todas las novedades de la Pastoral Universitaria

¡GRACIAS por formar parte!

+34 868 884 870

info@pastoraluniversitaria.es

Plaza Cardenal Belluga s/n

30001, MURCIA

  • Facebook
  • X
  • YouTube
  • Instagram
  • TikTok

© Pastoral Universitaria Diócesis de Cartagena 2024 | By MediaLinx.

bottom of page