¿Eres una persona alegre o tristona? Si no sabes responder, pregunta a los que te conocen bien. ¿Qué te dicen? ¿Cuánto te duran las crisis de tristeza en que te da pena de ti mismo? ¿Cuáles son las cosas que más te alegran? ¿Cuáles son las cosas que más te entristecen? ¿Cómo respondes a la tristeza? ¿Tratas de no entregarte a ella? ¿Te aíslas? ¿Te pones música triste? ¿Te echas en la cama para llorar?
O ¿más bien reaccionas en contra? ¿Te pones música alegre? ¿Tratas de pensar en cosas alegres? Te ayuda pensar que pronto volverás a estar alegre otra vez?
Un rector que tuve en mis estudios de filosofía, me contó que guardaba en un cajón un matasuegras de esos que usamos en Nochevieja. Y cuando estaba triste se iba delante de un espejo y soplaba en el matasuegras de modo que se desenrollaba. La escena era tan ridícula que no le cabía otra cosa que reírse de sí mismo.
La novena bienaventuranza dice así: Bienaventurados los que se ríen de sí mismos, porque nunca les faltará de qué reír.
San Ignacio tiene unas preciosas reglas para manejar nuestras mociones afectivas. En ellas nos habla de la desolación, que describe como inquietud y desconfianza. El alma se siente tibia, triste, como separada de su Creador y Señor. Y nos da unas reglas para comportarnos en estos casos. La primera es no tomar ninguna decisión. En sus palabras, en tiempo de desolación no hay que hacer hacer mudanza, sino estar firme y constante en las decisiones tomadas antes de caer en esa crisis de tristeza. También nos dice que tengamos paciencia y pensemos que pronto se nos va a pasar esa tristeza.
Pero qué es la alegría? Me refiero a esa alegría que Pedro nos pide tener. “Alegraos en la medida en que participáis de los sufrimientos de Cristo, para que también os alborocéis en la revelación de su gloria” (1 Pe 4,13). El joven rico no pudo tener esta alegría y se fue triste, porque era prisionero de otros intereses.
La alegría cristiana es como la respiración del cristiano. Porque un cristiano que no es alegre en el corazón no es un buen cristiano. La alegría por lo tanto es la respiración, el modo de expresarse del cristiano. Decía Santa Teresa que un santo triste es un triste santo.
Por lo demás, la alegría no es algo que se compra ni que yo logro con el esfuerzo. Es uno de los primeros doce frutos del Espíritu Santo en la carta a los Gálatas. Amor, alegría, paz, etc. Porque quien causa la alegría en el corazón es el Espíritu Santo.
Dos consejos nos da por tanto el papa Francisco para abrirnos al don de la alegría. Primero mantener viva la memoria de lo que Jesucristo ha hecho por nosotros cuando experimentamos la renovación, la regeneración de nuestra vida. Lo segundo es esperar lo que todavía tiene preparado para nosotros si nos mantenemos fieles.
Para eso usa tu memoria, y recuerda todos los momentos salvadores que ha tenido en tu vida en el pasado, y que han tenido algunos de los hermanos con quienes compartes tu fe y lo han compartido contigo. Y lanza tu imaginación para ver las cosas futuras que el Señor está preparando para ti.
El verbo skirtan describe los saltos de gozo que acompañan la experiencia de salvación. Es la reacción del niño que brinca en el seno de Isabel (1,41.44), y la de los discípulos al ser rechazados y perseguidos (6,23). Los tullidos curados en Hechos saltan y brincan también de alegría, como en el caso del paralítico curado por Pedro y Juan en la Puerta Hermosa (Hch 3,8), y del curado por Pablo en Listra (Hch 14,10). Los saltos de estos paralíticos curados son cumplimiento de la profecía de Isaías: “El cojo saltará como el ciervo” (Is 35,6).
Y el baile. Lucas relaciona la oración de Jesús con el gozo de los discípulos que se acaba de mencionar. Es un eco de su gozo. Por eso Lucas ha introducido redaccionalmente la oración de Jesús diciendo que “En aquel momento se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo” (Lc 10,21).
En la casa del Padre se festeja el regreso del hijo con música y baile. Jesús sin duda bailó en las bodas de Caná y nos invita a que festejemos a Dios con un desborde de alegría. María cantaba también que su espíritu se alegraba en Dios su salvador.
Escucharemos una canción que refleja cómo se vive esta alegría desde la mañana hacia la noche.
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