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Foto del escritorJosé Antonio García López

El culto a los ídolos. Un alfarero.

(Sb 15,7-13)

 

Este ya es el final de la parte en que va a tratar del culto a los ídolos. Y, como ya es costumbre en este libro, la última parte se corresponde con la primera. Y lo más importante se coloca en el centro.


Así que este texto se puede leer recordando aquel que hablaba de un carpintero, que con las sobras de la madera se hacía una figurilla, seguro que te acuerdas de aquél tipo (cfr. Sb 13,11-19). Ese texto era muy irónico. Este es más duro. Aquél se fijaba sobre todo en el ídolo, éste nos habla del artesano y lo juzga con dureza, porque va a aparecer otro ídolo más poderoso.


Léelo, que todo lo que vas a ver es mucho más actual de lo que puede parecer a primera vista.

 

También el alfarero se afana amasando la tierra blanda

 y moldea cacharros para nuestro uso.

 Con el mismo barro moldea las vasijas

 destinadas a usos nobles e innobles, todas por igual:

 el alfarero decide la distinta utilidad que tendrá cada una. 

8Luego, malgastando esfuerzos, modela un dios falso con el mismo barro;

 lo modela uno que poco antes nació de la tierra

 y que pronto regresará al lugar de donde fue sacado,

 cuando le reclamen la vida prestada. 

9Pero no le preocupa tener que morir

 ni que su vida sea efímera,

 sino que compite con orfebres y plateros,

 imita a los que forjan el bronce

 y presume de modelar figuras falsas. 

10Su corazón es ceniza,

 su esperanza, más vulgar que la tierra

 y su vida, más despreciable que el barro, 

11porque desconoce al que lo modeló,

 al que le infundió un alma activa

 y le insufló un aliento vital. 

12Piensa que nuestra vida es un juego

 y la existencia una feria de negocios;

 dice: «Hay que sacar partido de donde sea, hasta del mal». 

13Ahora bien, él sabe mejor que nadie que peca,

 pues fabrica con materia arcillosa frágiles vasijas y estatuas de ídolos.

 

Alfarero es Dios. Él, al principio, tomó barro del suelo y formó al primer hombre. Pero Dios no se quedó allí, insufló en sus narices aliento de vida y el hombre se convirtió en un alma viviente (Gn 2,7).


Este texto nos recuerda por dos veces este hecho. El mismo artesano ha sido modelado por Dios, y le ha inspirado un alma activa y le ha infundido un espíritu vivificante (Sb 15,11). Hay quien ha querido ver en este texto una comprensión de la persona humana en tres partes: cuerpo, alma y espíritu, semejante a la que encontramos en el Nuevo Testamento: todo vuestro espíritu, alma y cuerpo (1Ts 5,23).


Otros simplemente han visto dos versos paralelos que hacen referencia a la misma realidad con términos diferentes. El contraste irónico viene de que Dios es el que hace al alfarero partiendo del barro. Y el alfarero quiere hacer un dios a partir del barro.


Este contraste se ve agravado por el hecho de que su falso dios es, además, un dios para los pobres. Los que no tienen suficiente poder adquisitivo para comprarse un ídolo mejor, de plata, o bronce o de cualquier otro metal, se tienen que conformar con un poco de barro pintarrajeado.


Al principio aparece otro contraste en la obra del alfarero. Él podía dedicar su esfuerzo a elaborar vasijas útiles, que sirvan a los demás. Ya sean para usos nobles o no tanto. Y en vez de hacer una jarra o un orinal, se dedica a elaborar algo falso, inútil.


Por eso él mismo se convierte en algo inútil: ceniza… tierra… barro (Sb 15,10). Pero no se va a quedar aquí el juicio del autor. Te dije que en este texto aparecía un nuevo ídolo, mucho más peligroso que los otros. Éste sí que está de actualidad: el dinero.


Nuestro alfarero sabe que esa figura no es nada, es falsa. Y sin embargo la hace para conseguir ganancias, por dinero. Hay que sacar partido de donde sea, hasta del mal (Sb 15,12). Por eso el juicio del autor es tan severo hacia él. Es mucho más culpable que el que le compra la estatuilla y le reza.


Nuestro protagonista conoce que está engañando, que está vendiendo una nada, y lo hace para conseguir dinero. No importa el método. Y él, que se cree tan listo, no se acuerda en ese momento de que no es más que un poco de tierra, él también, y que en breve le va a llegar el turno de volver a ser tierra otra vez.


Ves cómo sí que es un tema muy actual. Ves cómo la idolatría sigue siendo un peligro para todos nosotros, aunque se vea con total naturalidad. Ves cómo es necesario conocer y dar a conocer este libro.

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