Cuando los signos de la edad marquen mi cuerpo, y más aún cuando afecten a mi mente, cuando la enfermedad que vaya a disminuirme o al causarme la muerte me golpee desde fuera, o nazca en mi interior.
Cuando llegue el doloroso momento de tomar conciencia, de pronto, de que estoy enfermo o envejeciendo y sobre todo en este último momento en que sienta que pierdo el control de mí mismo y que estoy absolutamente inerte, en manos de las grandes fuerzas desconocidas que me han formado, en todos esos oscuros momentos, ¡oh Dios!, concédeme comprender que eres tú -supuesto que mi fe sea lo bastante fuerte- quien está separando dolorosamente todas y cada una de las fibras de mi ser, para penetrar hasta la médula, misma de mi esencia y llevarme contigo.
Teilhard de Chardin sj
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