¡Cristo ha Resucitado!
Que se vistan nuestras calles y plazas de luz y colorido; que las ventanas y balcones se engalanen de guirnaldas y flores; y la música anuncie la alegría desbordante de la Vida Resucitada. Goce toda la tierra, inundada hoy de tanta claridad, que sonrían nuestros árboles frutales, que batan al son del viento todas las ramas rebosantes de savia nueva, que revoloteen los pájaros al compás de la ilusión de las gentes abiertas a tan impresionante noticia. Que suenen las campanas de todas las torres para anunciar momentos de encuentro y provocar el buen ambiente de una fe que estalla en vida renovada.
Salid vosotros, padres, de vuestras casas, los que sois sensibles a la fragilidad de la vida que comunicáis, respirad aire fresco, abríos a la palabra comunicada, intercambiad gestos amigables,… Que la frágil vida quede enraizada en la fuente de la vida: Cristo ha Resucitado y nos prepara, como horizonte, una mesa festiva y fraterna.
Venid, vosotros, jóvenes, los llamados a vivir en abundancia. Fortaleced con sana alegría vuestras ilusiones; sentíos parte de este chorro de vida y encariñaos con todo lo que es noble, justo y bueno.
Acudid también los más pequeños, que la fiesta de esta gran noticia es para todos, y vosotros sois el color, el calor y la ternura, que nos lanzan al espontáneo juego de ser como niños.
Que no lo duden los ancianos. Acoger la noticia de la Resurrección de Cristo rejuvenece el alma, y el cansado rostro se torna, de lágrima, en acompañada serenata. Cristo ha resucitado y podemos hacer brillar la sonrisa sobre cada rostro cansado y abatido.
Hay motivos para la esperanza.
Aunque es verdad que aún quedan muchas zonas oscuras en la vida y que éstas empañan nuestras ganas de vivir, la Resurrección de Cristo nos pone mirando a la esperanza. ¡Contagiémonos de alegría y que ésta sea auténtico signo de la plenitud interior, que sentimos, cuando el perdón nos lanza a entrelazar nuestras manos solidarias!
Y el Resucitado nos urge a ser portadores de vida y nos regala un nuevo tiempo en la Iglesia cargado de gestos y palabras. ¡Bienvenida primavera!, en esta Iglesia que acoge la llamada urgente y renovada a ser evangelios andantes que anuncian a los pobres y olvidados, con vigor y sin miedos, la Buena Noticia de Jesús.
Gracias Espíritu Santo por refrescar con tu aleteo este momento pascual. Alegría y buena noticia para el mundo.
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