Vivir en términos de gratuidad, qué poco lo hacemos. Qué poco damos las gracias a Dios por las cosas que nos pasan, por las personas que forman parte de nuestra vida, por las bendiciones que nos da. Y con ello no me refiero a dar gracias exclusivamente por las cosas buenas o por cosas extraordinarias; sino a dar gracias en lo ordinario e incluso en la dificultad y el sufrimiento. Una bendición para nuestra vida no necesariamente viene en forma de alegría al principio, puede ser una crisis que nos haga crecer y aprender. El problema es que la mayor parte de las veces vivimos sumergidos en la queja. Parece ser que se nos da muy bien ver siempre las cosas malas y todo aquello que no nos gusta y con lo que no estamos conformes. Esto también lo hacemos con las personas, constantemente nos la pasamos sacando defectos y señalando. Ya lo dice el papa Francisco: “Ten cuidado porque las quejas son un veneno, un veneno para el alma, un veneno para la vida porque no te hacen crecer el deseo de avanzar”.
Si en lugar de lamentarnos por todo, dedicásemos un minuto de nuestro día a mirar a nuestro alrededor, a buscar en lo sencillo y reflexionásemos sobre aquellas cosas por las que estar agradecidos, incluso las más pequeñas, veríamos el rostro de Dios en todo. Hasta lo que antes parecía insignificante o catastrófico, nos parecería un regalo. Y es entonces cuando la ceguera de la queja se convierte en una acción de gracias sobre la que crecer, aprender y avanzar. Aprendemos a ver la vida con otros ojos, con más amor y, con ello, también miramos al que tenemos al lado de forma distinta. Dejamos de centrarnos en todo lo que los demás hacen mal y en aquellas cosas que nos irritan, para descubrir sus virtudes y dones, y, por ende, a Dios en ellos.
San Josemaría Escrivá decía: “acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. Porque te da esto y lo otro. Porque te han despreciado. Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes. Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta. Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso… Dale gracias por todo, porque todo es bueno”.
Vivir agradecidos te hace vivir con más amor en el corazón, pues te ayuda a encontrar a Dios en todos y cada uno de los momentos, personas, lugares y circunstancias de tu vida. Anímate a ser una persona con el corazón enamorado, enamorado de Dios y poder ver Su mano en todo lo que pone en tu vida. Vale la pena.
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