En estos últimos tiempos se ha tratado con frecuencia la relación entre Fe y Ciencia, y resultan destacadas las opiniones de Juan Pablo II y Benedicto XVI; ya que los Papas llevaban un siglo sin pronunciarse al respecto.
Después de leer en su día la encíclica Fides et Ratio, la primera impresión personal que me surgió fue que para Juan Pablo II no había ninguna contradicción ni incompatibilidad entre la Fe y la Razón, base del pensamiento científico. La idea central es que ambas, Fe y Razón, son las dos alas de la verdad.
Del mismo modo, Benedicto XVI manifestó en diversas ocasiones que la Fe no es ciega, se complementa con la Ciencia. En cualquier caso, ha sido un impulso natural en el hombre tratar de conocer y explicar todo lo que nos rodea y, en muchas ocasiones, esa búsqueda ha llevado a contemplar la existencia de Dios; imposible de ver, pero muy presente en todas las facetas de la vida diaria.
Pero quiero centrar el tema en la Ingeniería, que es aquella parte de la Ciencia que se ve, se toca, se come y, en definitiva, es la que traduce la Ciencia para que la Humanidad se beneficie de ella.
La Fe también ha marcado nuestra forma de vivir, la manera en la que interaccionamos con los demás y hasta nuestra relación con los bienes materiales.
Una primera coincidencia, si ambas no consiguen que la vida diaria de casi toda la gente sea mejor, ¿para qué sirven? La cuestión no es sencilla. ¿Cómo evaluamos la calidad de vida?, ¿cómo se puede dar una respuesta colectiva a una sensación, que en definitiva es personal?
Y para profundizar en la dificultad de estas cuestiones, nos encontramos con que la Fe es mucho más personal e, incluso, trasciende a la persona, te lleva a creer en lo que no se ve, en lo que no se puede medir ni cuantificar; parece incompatible con la razón, con la Ciencia y la Ingeniería.
Pero quizá la solución sea más simple si nos fijamos en los resultados. Por sus obras los conoceréis, dice la Escritura.
¿Ha sido la Fe un problema para que avance Ciencia e Ingeniería?
Podemos buscar casos concretos como Pasteur, quizá el investigador cuya obra ha salvado más vidas; o casi todos los creadores de la Física moderna, seguros de que, como decía Einstein, Dios no juega a los dados. Asimismo, Schrödinger, Planck, Heissenberg, Becquerel, Thompson, Bohr, Pauli…. son buenos ejemplos de que su Fe no entorpeció su trabajo.
En definitiva, la Fe debe hacer mejor a una persona y los que están cerca deben notarlo.
La Ingeniería no puede entrar en el interior de la persona, pero sí puede facilitar su vida. Pero el ingeniero si puede ser ayudado por su Fe en su quehacer diario y en la conclusión de sus trabajos que ayuden a los demás.
Debemos también ver la evolución de la Ingeniería en las sociedades que se han cimentado sobre la tradición judeo cristiana y el resto. Sin duda, la explosión tecnológica surge en el occidente cristianó y después se extiende a todo el mundo.
De todo lo dicho, se observa claramente que la Fe no supone un obstáculo, más bien al contrario, ha supuesto y supone un acicate para el desarrollo personal y colectivo en muchos niveles, pero de forma notable en el campo de la Ingeniería.
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