En un mundo cada vez más complejo y desafiante, ser universitario católico implica asumir una vocación de transformación y, en tantas ocasiones, de rebeldía, por pensar diferente. Más allá de la búsqueda del conocimiento académico, los estudiantes católicos tienen la responsabilidad de ser agentes de cambio en la sociedad actual. Era algo en lo que ya insistía san Juan Pablo II en sus numerosos encuentros con universitarios, aludiendo a la misión que tienen como futuros líderes en la sociedad, y animándolos a vivir su fe y ser testimonio de Cristo.
La universidad es un lugar de aprendizaje y descubrimiento, donde la búsqueda de la verdad se convierte en elemento de diálogo y punto de conexión con los demás. El discurso de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona en septiembre de 2006, abordó el tema de la verdad desde la relación entre la fe y la razón. Insistió en que los universitarios católicos están llamados al desafío de desarrollar una mentalidad abierta y crítica, donde la fe y la razón se complementen y enriquezcan mutuamente. Esta integración capacita para abordar los desafíos del mundo actual con una visión equilibrada y fundamentada.
La vocación de transformación implica un compromiso activo con la justicia social. Por ello, los universitarios católicos, desde sus diferentes especialidades, están llamados a ser defensores de los derechos humanos, a luchar contra la pobreza, la discriminación y las desigualdades en todas sus formas. A través de su compromiso con los principios de la dignidad humana, la solidaridad y el bien común, pueden trabajar y aportar mucho hacia la construcción de una sociedad más justa y equitativa. El Papa Francisco aludía a ello en su visita a la Universidad San Buenaventura en Bogotá en 2017, resaltando el papel papel de los universitarios como agentes de cambio, y animándolos a ser constructores de paz, justicia y reconciliación en la sociedad.
La palabra "universidad" tiene su origen en el latín "universitas", que significa "totalidad" o "conjunto". En la antigua Roma, este término se utilizaba para referirse a una asociación o corporación de personas con intereses comunes. ¿Y hay algún interés común más importante que la propia la persona? Desde una perspectiva presente y futura, el potencial de la universidad y de los universitarios es crucial para lo que es y será nuestro mundo. Y, precisamente por ello, recordando las palabras de Terencio, para un universitario cristiano, desde la interdisciplinariedad, nada de lo humano le puede ser ajeno. Pues, en definitiva, no hay nada verdaderamente cristiano que no sea verdaderamente humano. En un mundo cada vez más gobernado por algoritmos e inteligencia artificial, lo más preciado será el componente humano, todo lo que tenga que ver con la relación personal, el encuentro, la alteridad, el otro y el Otro.
"Queridos jóvenes, la universidad y el mundo universitario son un lugar privilegiado para que puedan cultivar su sed de verdad y su búsqueda de sentido en la vida. No tengan miedo de ir contracorriente, de ser diferentes. Pongan en juego sus capacidades críticas, su espíritu innovador y su sentido de solidaridad. ¡Sean protagonistas de su propio futuro y del futuro de la sociedad!".
(Papa Francisco, Mensaje a los jóvenes universitarios, 28 de octubre de 2013.)
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