Deja admirar, mirarte simplemente, dejar abierta sola la mirada, mirarte toda sin decirte nada, decirte todo, mudo y reverente.
No perturbar el viento de tu frente, sólo acunar mi soledad ajada en tus ojos de madre enamorada y en tu nido de tierra transparente.
Y allí, de tu mirada en la espesura, la envejecida sangre de mis venas filtra y decanta toda su basura
Mirarte, Madre, contemplarte apenas, el corazón callado en tu ternura en tu blanco silencio de azucenas.
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