(Sb 12,23-27)
Acabamos con este texto la primera digresión que habla de la moderación que usa Dios cuando castiga los pecados. Y volvemos al tema que tratamos al inicio. Los egipcios adoran animales vivos como si fueran dioses. Eso es algo propio de niños, ridículo. Por eso Dios los trata del mismo modo, como niños sin uso de razón, y les manda unos castigos que también son ridículos, algo que esté a su altura.
Al mismo tiempo que cierra esta primera digresión ya nos anticipa el tema de la segunda, que viene justo a continuación. Es un modo de actuar que ya hemos visto varias veces en nuestro autor. Moderación, graduación, espacio para el arrepentimiento, todo lo que hemos visto, pero ahora aplicado a las plagas de Egipto.
Lee el texto, habla bastante de niños y de cosas irrisorias, ridículas.
Por eso, a cuantos vivieron insensata y depravadamente,
los atormentaste con sus propias abominaciones.
24Se extraviaron muy lejos,
teniendo por dioses a los animales más viles y repugnantes,
dejándose engañar como niños inconscientes.
25Por eso, como a niños sin juicio,
les enviaste un castigo que hacía reír.
26Pero los que no escarmentaron con correcciones irrisorias,
iban a experimentar un castigo digno de Dios.
27Al verse atormentados e irritados por aquellos seres
que tenían por dioses y ahora eran su castigo,
abrieron los ojos y reconocieron como Dios verdadero,
al que antes se negaban a reconocer;
y por eso les sobrevino el peor de los castigos.
Los egipcios estaban muy lejos de la verdad. Pensaban que los animales más deshonrosos y vergonzantes eran dioses. El texto es muy reiterativo, viene a decir algo así como: se desviaron lo más posible por caminos de desvío (Sb 12,24).
Poco a poco, con medida, Dios trató de reconducirlos, de ir llevándolos a la verdad. Quería que ellos mismos vieran que no podían ser dioses esas mismas criaturas que pican en la piel (cfr. Ex 8,12-27), o que se comen las plantas (cfr. Ex 10,1-20).
Y como no quisieron enderezar sus caminos, como permanecieron obstinados en su error, al final vino un castigo que sí que lo era de verdad, la última de las plagas, la muerte de los primogénitos (cfr. Ex 12,29).
A la insistencia y la moderación en el castigo respondió Egipto con su obstinación en el mal. Y finalmente Yahveh se mostró como lo que es de verdad, el Dios verdadero (Sb 12,27). Y con esto ya queda abierto el camino para lo que sigue, la segunda digresión que trata sobre el culto a los falsos dioses.
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