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Foto del escritorJosé Antonio García López

Moderación con los israelitas

(Sb 12,19-22)

 

Y esto debe servir de lección para Israel. Eso es lo que de verdad interesa al autor. No se trata de que aprendas historia, eso está bien pero no es suficiente. Se trata de que aprendas a comportarte. Viendo cómo actúa Dios, aprende tú, hijo de Israel. Tú, lector de este libro aprende.


Y pone como ejemplo más claro el modo de actuar Dios con los más malos de la historia del pueblo elegido. Lee, aprende, aplícalo a tu vida. Fíjate, de modo especial, en el final del texto.

 

Actuando así, enseñaste a tu pueblo

 que el justo debe ser humano

 y diste a tus hijos una buena esperanza,

 pues concedes el arrepentimiento a los pecadores. 

20Pues, si a los enemigos de tus hijos, reos de muerte,

 los castigaste con tanta benevolencia e indulgencia,

 dándoles tiempo y lugar para apartarse de su maldad, 

21 ¿con cuánta consideración no habrás juzgado a tus hijos,

 con cuyos padres pactaste jurando alianzas de tan buenas promesas? 

22Así, pues, para aleccionarnos a nosotros,

 castigas a nuestros enemigos con moderación,

 para que al juzgar recordemos tu bondad,

 y al ser juzgados esperemos misericordia.

 

El justo debe ser amigo del hombre (Sb 12,19). Ya te he hablado de esto antes. Usa un término que es el que da lugar en nuestra lengua al adjetivo “filántropo”, aunque en nuestras lenguas modernas está cargado de otras connotaciones. Tenemos que entenderlo en un sentido más original, aquel que ama a los hombres, a todos los hombres.


Ése es Dios, lo demuestra en todo su comportamiento, especialmente cuando actúa con los peores de la sociedad, los que más daño han hecho a sus elegidos. Y el israelita contempla la acción de Dios y aprende. Éste es el sentido de recordar la historia de las acciones de Dios. Y aprende a comportarse él mismo así.


Tres veces aparece este término en nuestro libro, ya te lo dije en su momento. Al principio (cfr. Sb 1,6), como una introducción a todo el desarrollo de este tema. Cuando define a la Sabiduría con una enumeración de 21 adjetivos (cfr. Sb 7,23), éste es uno de ellos. Y aquí, cuando hace la explicación del modo de comportarse Dios hacia los hombres.


Dios ama a todos los hombres. Cuando va a comenzar a explicar lo que Dios hizo con los cananeos empieza así con éstos, ya que eran hombres (Sb 12, 8). Y la finalidad de este comportamiento ya nos lo ha dicho antes, ahora lo vuelve a explicar, deteniéndose un poco más en los detalles. El concepto clave ya estaba enunciado en el párrafo anterior, la conversión (Sb 12,10). Pero aquí insiste un poco más en ello. Allí se hablaba de dar un tiempo (Sb 12,10). Aquí nos habla de tiempo y lugar (Sb 12,20) para que puedan arrepentirse de sus pecados.


Y la conclusión que debes sacar, amigo lector, es doble. Y por si te pierdes y no te acabas de aclarar, te lo explica él muy clarito justo al final de este texto. Por eso te dije que lo leyeras con atención. De este modo tan misericordioso de actuar Dios tienes que sacar dos conclusiones, no te líes.


Cuando te toque a ti juzgar o castigar, recuerda que siempre tienes que dejar espacio a la misericordia. El que está delante de ti es un hombre, por muy malo que sea, y siempre tiene posibilidad de convertirse, siempre existe esta esperanza (cfr. Sb 12,19).


Y la segunda es que cuando seas tú el juzgado, cuando creas que Dios te está castigando no te olvides que eso es para darte un tiempo y un espacio para que llegues a la conversión. Dios ha obrado con misericordia hacia los malos malísimos. Pues mucho más contigo, que eres su hijo.


Y ahora una curiosidad sobre una de las palabras de este texto. Si ves que lo que te voy a contar ahora te aburre, o te pierdes en el razonamiento, pues sáltatelo con toda paz, vete al párrafo siguiente, que esto tampoco es necesario para entender lo que viene después.


La primera parte del versículo 22 habría que traducirla así: Así, pues, para aleccionarnos a nosotros, castigas a nuestros enemigos mil veces (Sb 12,22). El problema es que este texto, así traducido, no tiene sentido. Está hablando de que el Señor corrige poco a poco, con castigos suaves, para que el malvado tenga la ocasión de convertirse y ser perdonado. Y aquí habla de un castigo muy grande. Además, hay otro problema. La palabra que acabo de traducir como mil veces no existe en el idioma original. Sólo aparece aquí. No se usa más, ni antes ni después. Es una palabra errónea, imposible de entender.


Es verdad que esta palabra, la misma, la encontramos en todos los manuscritos antiguos que nos traen el texto de este libro. No es que alguien se equivocara al copiar el texto en algún momento y a partir de entonces todos los manuscritos tienen este error. No.


Y, sin embargo, algunos autores, a partir del siglo pasado, pensaron que tenía que ser un error. Primero por el lenguaje. Nuestro autor usa un lenguaje bello, bien trabado, sin errores. No parece normal que use un término inexistente. Y luego por el contenido. Es como si se contradijera a sí mismo.


Por eso hicieron una conjetura. Es posible que en el texto original en vez de decir mil veces hubiera un término que significa con medida. En el idioma original las dos palabras son muy parecidas. Esta explicación resolvería los dos problemas. Es un término correcto, usado habitualmente. Y además con esta palabra el texto encaja perfectamente en el razonamiento.


Hace poco leíste un texto, justo donde acababa de explicar cómo usó Dios los animales para tratar a los egipcios, y antes de empezar a explicar la razón de este comportamiento divino. Allí el autor nos decía cómo Dios actúa todo lo has regulado con medida, número y peso (Sb 11,20).


Pues de la misma raíz que medida es esta palabra que algunos piensan que era la original. Ahora, cuando va a recordar otra vez cómo los animales fueron el instrumento para castigar a Egipto, que ya es lo último de esta digresión, vuelve a usar una palabra de la misma familia.


La expresión con medida hace que todo cuadre y que podamos entender mejor el texto. Pero tiene en contra que es una conjetura, una invención de los estudiosos, en ninguno de los textos antiguos la encontramos. Siempre leemos mil veces. Por eso unas traducciones traen una cosa y otras otra, tan distintas entre sí.

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