No recuerdo nada. Y mira que es difícil. O que yo he prestado poca atención, que puede ser también. El caso es que, si me pregunto por cuánto de Evangelio, de Dios, de Cristo o parecido, de lo que aquí nos conmueve, he visto durante mis cerca de 20 años de experiencia en lo alto del deporte profesional, diré que nada. No recuerdo nada. Triste o no, es lo que tenemos. Es lo que, sin duda, nos hemos ganado a pulso.
Cuando el otro día mi amigo Don Pedro García Casas me ofreció esta posibilidad, la de teclear aquí, en -la Pastoral Universitaria-, me sentí como siempre retado. Y como casi siempre pequeño. Qué podía yo aportar. Así, casi inmediatamente, recordé aquello de que las cosas pasan por algo, de que cuando Dios se cruza en tu vida es porque te llama y decidí abrir el tarro de antiguas creencias, pasadas vivencias, emociones y sentimientos cristianos que formaron para de mi vida, que los llevé con orgullo y que, ojalá se repitan en el futuro.
Y decidí empezar por el principio. ¿Qué pueden esperar de mí en un sitio como este? ¿Cuánta fe, cuanto Cristo, cuanto amor divino hay en lo alto del deporte profesional y de elite? Y diré que nada.
Sí valores y sí talantes ejemplificantes, como es el caso de nuestro Carlos Alcaraz. Un buen chaval de 19 años, simpático, alegre y de buen corazón. O la humildad de Pedro León, jugador del Real Murcia, la sencillez de Mariano García, campeón del mundo de atletismo. Pero ¿de Dios? ¿De la Cruz? ¿De la otra mejilla y del Amor como el inmenso regalo que nos hizo al mundo?, no había hablado con nadie hasta el otro día. Qué cosas. Veinte años pululando por entre grandes deportistas y nada. Ni una palabra.
Pero a los días de cruzarme con don Pedro, sucedió. Y comprendí que los de patrones católicos, los viejos mantras, frases de otro tiempo, la fe, aún tienen su vigencia hoy día.
Estaba entrevistando al caravaqueño Mista, ex jugador del Valencia y Atlético de Madrid, y le pregunté por aquel momento complicado en 1999 cuando salta el caso Mista y a sus 18 años desafía a todo un Real Madrid llevándolo a los tribunales y ganándole el pleito. Aquello lo dejó en la cima de la fama, con 18 años y solo y mondo en un hotel de Tenerife, hasta las trancas de presión y de miedo. Le pregunté qué cómo lo hizo. Cómo salió de aquel pasadizo. Y su respuesta me conectó a Don Pedro, a aquellas cosas de toda mi vida, a Dios, a la humildad cristiana y a la sencillez católica: “Mira Juan – me dijo Mista-. Yo soy de Caravaca y allí tenemos arraigados unos fuertes valores entorno a la Cruz. Recuerdo que en aquellos momentos de angustia llamaba a mi padre y mi padre me decía, hijo, abre el evangelio al azar por donde sea, y Dios te proveerá de la Divina Providencia. Seguro que ese pasaje es el que te ayuda”.
Terminó de contarme, le miré a los ojos, me acerqué y le di un abrazo. Era la primera vez que un deportista de élite, profesional, me hablaba de lo que yo había escuchado, vivido y sentido toda mi vida. Valores y educación cristianos.
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