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Pedro y Pablo

Solemnidad de San Pedro y San Pablo – Ciclo B


El evangelista Mateo pone en boca de Jesús la diferencia entre construir sobre arena o construir sobre roca firme: “cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió porque estaba cimentada sobre roca”. ¿Sobre qué “roca” construye actualmente el hombre su vida? ¿Y tú?


Estos pasados días hemos peregrinado de nuevo a Lourdes, y hemos orado bajo la Gruta de Masabielle, roca donde María se hizo presente hace 166 años invitándonos, con Bernardita, a la conversión, la penitencia y la celebración y adoración eucarísticas; en definitiva, a mirar y considerar a Cristo como “roca sobre la que edificar la vida”. Un nuevo y maravilloso “regalo de Dios”.


Celebramos hoy, litúrgicamente -por decisión de nuestro Obispo-, la solemnidad de San Pedro y San Pablo. La Iglesia católica celebra en ellos su mismo fundamento apostólico. Pedro y Pablo son “las dos columnas” sobre las que se asienta la Iglesia. El pescador de Galilea y el tejedor de tiendas y perseguidor de cristianos experimentarán el encuentro con Cristo. Simón, el de Betsaida, será “kefas”, piedra, y recibirá el encargo de guiar y confirmar a los hermanos a pesar de su frágil temperamento. Pablo de Tarso, hombre de espíritu vivaz y brillante formación rabínica, recorrerá el Mediterráneo anunciando el Evangelio de la salvación, desde la “necedad de la predicación”. La evangelización, en ambos, no se apoya en un mensaje intelectual sino en una experiencia profunda, sufrida, madurada, y atestiguada hasta el punto de dar la vida. Ambos recibirán en Roma la palma del martirio y ambos representan la unidad en la caridad, convirtiéndose así en ejemplo de diálogo entre institución y carisma, para el progreso en el camino de la vida cristiana.


“El momento de mi partida es inminente; he combatido el buen combate… he guardado la fe”; así se confiesa -a modo de testamento- Pablo con su fiel Timoteo. El evangelio narra la escena del primado de Pedro en Cesarea de Filipo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Pablo y Pedro, Pedro y Pablo, la Iglesia de Jesucristo. La Iglesia no es una sociedad de librepensadores, sino la comunidad de los que se unen a Pedro y a Pablo en la proclamación de la fe en Jesucristo. Quien edifica la Iglesia es Cristo, que fue quien eligió a Pedro y a Pablo. 


Pedro no es sino un instrumento, la primera piedra del edificio; Cristo es la piedra angular. Sin embargo, no se podrá estar verdadera y plenamente en la Iglesia, como “piedra viva”, si no se está en comunión con la fe de Pedro y su autoridad o, al menos, si no se tiende a estarlo. Ya lo dijo San Ambrosio hace quince siglos: “Ubi Petrus, ibi Ecclesia” (“Donde está Pedro, allí está la Iglesia”). No se puede ser Iglesia sin Pedro y hoy Pedro se traduce Francisco, es argentino y se llama Jorge Bergoglio. El “siervo de los siervos del Señor”, roca sobre la que Cristo construye hoy la Iglesia. 


¡Gracias, Señor, por el Papa Francisco! 


¡Gracias, Santo Padre, por ser instrumento de Dios para el mundo!

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