Isaac -él se ríe o la risa de Dios- es el segundo patriarca que aparece en la Sagrada Escritura. Este niño, el hijo de la promesa, fue una bendición para sus padres. De él tenemos algunos pasajes interesantes, aunque todos coincidiremos, que el episodio de su sacrificio es el relato más significativo de la vida de este patriarca.
Los preámbulos del sacrificio son interesantes para comprender lo que ocurrió y las distintas interpretaciones que se han dado del relato. Abraham, modelo de fe, se le vuelve a hacer de noche con la petición por parte Dios de sacrificar a su hijo. Abraham es sometido a una nueva prueba de fe, que solo es razonable desde el primero de los mandamientos: Amar a Dios por encima de todas las cosas, incluso de tu hijo. El relato, enmarcado en esta premisa, se desarrolla siempre bajo la obediencia a Dios.
Padre e hijo se dirigen al monte del sacrificio con el fin de cumplir lo mandado por Dios, llevando consigo la leña, el fuego y el cuchillo para realizar el sacrificio. Cuando ya todo estaba preparado y Abraham estaba a punto de sacrificar a su hijo, Dios lo detuvo y lo sustituyó por un cordero que fue sacrificado en vez de su amado hijo.
De este hermoso pasaje podemos sacar algunas valiosas conclusiones que podríamos resumir en tres palabras: prueba, sacrificio y fe.
La prueba o ser probado es algo que va adherido al deportista. Las pruebas van desde una lesión hasta un mal momento en la vida, desde una injusta suplencia hasta no ser capaz de encajar dentro de un vestuario. Las pruebas son parte de la vida y, en muchas ocasiones, es momento oportuno para crecer y para dar un paso hacia delante.
El sacrificio es el estado de entrega máximo de una persona. En el cristianismo y en el deporte no son entendidos como infructuosos o carentes de sentido; por el contrario, el sacrificio de Isaac es tipo o figura del verdadero sacrificio de Cristo en la cruz, con la diferencia de que Isaac fue rescatado por su padre antes de morir y Cristo fue rescatado tras su muerte, siendo resucitado por el padre. En el ámbito del deporte, sabemos que no existe éxito sin sacrificio. El sacrificio es condición indispensable para poder triunfar.
La fe, tercera palabra, es aquella que nos ilumina en nuestras pruebas y en nuestros sacrificios. Desde la certeza de la fe podemos dar una respuesta adecuada a Dios de aquello que nos sucede cada día y, al mismo tiempo, la fe nos permite seguir confiando en el proyecto de Dios que, por muy complicado y difícil que nos resulte, siempre su plan o su obra, cribada por la fe, nos hará crecer y nos permitirá alcanzar la excelencia en la vida.
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