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Foto del escritorAntonio José Abellán

Salgamos ya del plano cartesiano

Estamos en una sociedad que está inmersa en la integración, en la dimensión 3D, en la inteligencia artificial y, sin embargo, los que la formamos no hemos salido del plano cartesiano con los dos vectores x e y.

Sí, vamos, que solo andamos en unos contra otros: hombres contra mujeres, heteros contra gais, blancos contra negros, progresistas contra conservadores, lo público contra lo privado y así un largo etc..., y en la iglesia, pueblo contra jerarquía, laicos contra clérigos, sacerdotes contra obispos.

En el plano económico -laboral: jefes contra empleados, ricos contra pobres, trabajadores contra empresarios, obreros contra industria, etc.

En el plano educativo: maestros contra alumnos, profesores contra director, director contra consejeros educativos, consejeros contra ministros.

En el plano sanitario: enfermería contra doctores, celadores contra auxiliares, etc.

En el plano familiar: padres contra hijos, abuelos contra padres, nuera contra suegra, sobrinos contra tíos, etc..., y así, suma y sigue

Cómo observamos estamos en el plano cartesiano y sin embargo se habla de cooperación, de integración, de colaboración, de ayuda mutua, de trabajo en equipo multidisciplinar, de...en fin, unos y otros. Pero el camino es largo y requiere adoptar otra mirada hacia el otro: el otro como mi propio yo, pues de lo contrario solo es una amenaza y me construyo sin el espejo del otro.

La nueva era del 3D, de la I. A., de la multiculturalidad, de la globalización, requiere construir sobre el plano cartesiano que se asienta en la realidad, pero incorporando el vector z, es decir, el de la unión e integración de unos y otros, donde no hay compartimentos aislados sino conjuntos interrelacionados y con muchos puntos en común.

Pero para salir de estas dicotomías de unos contra otros es preciso retomar el encuentro, el diálogo, el ponerse en los zapatos del otro y aprender a caminar sabiendo y sintiendo, ofreciendo lo propio y ayudando con ello, tomar la mano y lo propio de los otros y avanzar. No es posible esto si no hay humildad, ganas, deseo de mejorar, no echar en cara unos contra otros, reconocer los errores, erradicar la violencia, verbal o física, moral o espiritual, y entablar relaciones de mutua confianza y de apertura de visión, anclada fundamentalmente en el principio de la dignidad de la persona por el mero hecho de ser personas y sabiendo que no hay derechos absolutos, sino que el único absoluto es la dignidad de la persona y está asentada en la naturaleza humana.

Vivir desde las claves del egoísmo, la rivalidad, la envidia y el orgullo no lleva más que a un callejón sin salida en el mundo social, pues se lleva a intentar imponer criterios, se lleva a impostar para otros o se cae en la cultura del descarte del otro. No, ese no es el camino de construcción del bien común, que nunca es la suma de bienes de cada uno, sino aquello que es el bien para todos independientemente de lugar, cultura o criterios sociales. El bien común ayuda siempre al bien personal de cada uno y es un cauce de realización personal.

El bien común se inserta no en el plano cartesiano, sino en el plano integral y constructivo.

Por eso es muy necesario salir de ese plano cartesiano y entrar en el plano dimensional, donde nos construimos como personas sabiendo que somos seres biofisiologicos-afectivos-psicologicos-eticos-morales-sociales-politicos-culturales-culturales-psicologicos-eticos-morales-sociales-politicos-culturales-eticos-morales-sociales-politicos-culturales-sociales-politicos-culturales-politicos-culturales y espirituales, y sólo desde un abordaje total de la persona se puede lograr esa integración en la totalidad del mundo en que transcurre su vida mortal.

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