DOMINGO DE RAMOS
Salmo responsorial: Salmo 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R.: 2a)
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R.
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía ven corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R.
Rezar con el salmo con el que rezó Jesús en la cruz es unirnos a él para comprender el sentido de su pasión por todos nosotros. Este salmo grita la pasión y la gloria, y Jesús como el siervo de Dios pacífico y sufriente de Isaías, clama en la cruz con este salmo con una infinita confianza en Dios Padre, a su Abba de Getsemaní. Jesús se abandona y clama en medio de su pasión, y espera la intervención divina. Jesús confía y espera, pues sabe que el silencio de Dios durante la pasión no es su última palabra, será la resurrección su victoria final, su última y definitiva palabra.
Con este salmo nos sentimos fieles del Señor, somos su linaje, hermanos pequeños de Jesús nuestro salvador. Desde la cruz, él nos muestra la misericordia infinita de Dios padre, su compasión con todos nosotros. Por eso respondemos a lo que nos pide Jesús desde la cruz con este salmo: le alabamos y le tememos, no con miedo, sino con respeto y amor.
Acompañando a Jesús en su pasión comprendemos que Dios está presente en medio de nuestros sufrimientos y de los sufrimientos de nuestro mundo, por eso le invocamos pidiendo su auxilio e intercediendo por los inocentes que sufren. Desde nuestra oración que clama al cielo entrevemos la esperanza de entrar con Jesús resucitado en la Jerusalén del cielo.
Mirando a Jesús en la cruz mira tus sufrimientos y repasa los sufrimientos de los pobres e inocentes de este mundo. Siente que él está sufriendo con nosotros, siente la esperanza de su victoria final que es un ya pero todavía no.
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