Se pueden localizar múltiples referencias a diversos oficios en el Antiguo Testamento: el médico (Eclo 38, 13), el farmacéutico (Eclo 38, 48), el artesano (Ex 31, 15; Eclo 38, 27), el herrero (Gn 4,22; 1s 44,12), el alfarero (Jer 18, 34; Eclo 38, 29-30), el agricultor (Gn 9,20; Is 5, 12), el estudioso (Ecl 12, 9-12; Eclo 39, 18), el navegante (Sal 107, 23-30; Sb14, 23), el albañil (Gn 11, 3; 2Re 12, 12-13; 22, 56), el músico (Gn 4, 21), el pastor (Gn 4, 2; 37, 3; Ex 3,1; 1Sm 16, 11), el pescador (Ez 47, 10). Se destaca también el trabajo de las mujeres (Prov 31, 15-27).
Jesús, en las parábolas del Reino, se refiere constantemente al trabajo: del pastor (Jn 10, 1-16), de labrador (Mc 12, 1-12), del médico (Lc 4, 23), del sembrador (Mc 4, 19), del dueño de la casa (Mt 13, 52), del siervo (Mt 24, 45; Lc 12, 42-48), del administrador (Lc 16, 18), del pescador (Mt 13, 47-50), del mercader (Mt 13, 45-46), del obrero (Mt 20, 1-16), de las mujeres (Mt 13, 33; Lc 15, 89), de los estudiosos (Mt 13, 52).
Sin embargo, no se toca el punto de la profesionalidad directamente. Para acercarnos a una interpretación cristiana de la profesión puede ser útil el siguiente texto de la carta a los Romanos, que habla de los criterios de comportamiento del cristiano:
12 1Os pido, hermanos, por la misericordia de Dios, que os ofrezcáis como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Este debe ser vuestro auténtico culto. 2 No os adaptéis a los criterios de este mundo; al contrario, transformaos, renovando vuestro interior, para que podáis descubrir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto. 3 Os digo, además, a todos y cada uno, en virtud de la gracia que Dios me ha confiado, que no os tengáis en más de lo debido, sino que cada uno se considere en lo que vale, conforme al grado de fe que Dios le ha concedido. 4 Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros y no todos los miembros tienen la misma función, 5 así también nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo al quedar unidos a Cristo, y somos miembros los unos de los otros. 6 Puesto que tenemos dones diferentes, según la gracia que Dios nos ha confiado, el que habla de parte de Dios, hágalo de acuerdo con la fe; 7 el que sirve, entréguese al servicio; el que enseña, a la enseñanza; 8 el que exhorta, a la exhortación; el que ayuda, hágalo con generosidad; el que atiende, con solicitud; el que practica la misericordia, con alegría.
En oposición a un culto meramente externo, el verdadero culto compromete al hombre entero, con las circunstancias de su vida. Esto lo hace mediante un discernimiento, por el que pretende hallar lo que agrada al Señor, su voluntad. Este ejercicio continuo supone una verdadera renovación interior. El criterio para el discernimiento es la edificación del bien común, el experimentarse como miembros los unos de los otros, afirmando, por encima de todo, un nosotros comunitario. Las coordenadas de un verdadero carisma serán así la diversidad en la complementariedad; la fidelidad en la responsabilidad; la humildad en el servicio.
La profesión, se interpreta en la fe desde la opción por la edificación comunitaria, no sólo a favor del nosotros eclesial, sino a favor del bien de todos. Esta interpretación de la profesión la hace guiado por el amor fraterno, que es la clave o molde de su nuevo modo de existir desde la fe. No será fácil dar con el comportamiento adecuado en cada momento en el campo profesional, por ello es fundamental que el hombre creyente discierna qué es lo que agrada al Señor, ofreciendo con su trabajo diario el verdadero culto. Este continuo discernimiento supone un camino de conversión en el ejercicio profesional, es decir, una actitud permanente por la que el hombre considera la presencia de Dios y acepta su designio de comunión. La profesión interpretada así será un auténtico ponerse a favor del bien común y de la edificación comunitaria.
El evangelio de san Mateo nos ofrece nuevos elementos. La viña, en el lenguaje bíblico, es una referencia al trabajo:
20 1 Con el reino de los cielos sucede lo mismo que con el dueño de una hacienda, que salió muy de mañana a contratar trabajadores para su viña. 2 Después de contratar a los trabajadores por un denario al día, los envió a su viña. 3 Salió a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, 4 y les dijo: “Id también vosotros a la viña, y os daré lo que sea justo”. 5 Ellos fueron. Salió de nuevo a mediodía y a la primera hora de la tarde e hizo lo mismo. 6 Salió por fin a media tarde, encontró a otros que estaban sin trabajo y les dijo: “¿Por qué estáis aquí todo el día sin hacer nada?”. 7 Le contestaron: “porque nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a la viña”. 8 Al atardecer, el dueño de la viña dijo a su administrador: “Llama a los trabajadores y págales su jornal, empezando por los últimos hasta los primeros”. 9 Vinieron los de media tarde y recibieron un denario cada uno. 10 Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. 11 Al recibirlo, se quejaban contra el dueño, 12 diciendo: “estos últimos han trabajado sólo un rato y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado el peso del día y del calor”. 13 Pero él respondió a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No quedamos en un denario? 14 Toma lo tuyo y vete. Si yo quiero dar a este último lo mismo que a ti, 15 ¿no puedo hacer lo que quiera con lo mío? ¿O es que tienes envidia porque yo soy bueno?”. 16 Así los últimos serán primeros y los primeros serán últimos.
En esta parábola Jesús compara a Dios con un patrón que trata con benevolencia a todos sus empleados. Están los empleados habituales, que comienzan su trabajo a la primera hora… y los empleados eventuales, que comenzaron más tarde. Probablemente Jesús quiso explicar así su cercanía con los pecadores. Dios es un padre bueno que acoge a todos, santos y pecadores, gratuitamente. Si Dios los acepta a todos, deberán también aceptarse entre sí, por la reverencia que deben al patrón. Al evangelista le sirve la parábola para reflejar la situación de las comunidades cristianas. Los procedentes del judaísmo, identificados con los de la primera hora, tienen dificultad para aceptar a los procedentes del paganismo, pero deben dar este paso porque es Dios mismo quien los ha admitido a su viña y ofrece a todos una recompensa inmerecida.
El texto ilumina la profesionalidad cristiana desde su base más simple. El profesionista creyente se sabe un trabajador de la viña del Padre. Su propia profesión es la viña, en la que ha sido recibido por pura misericordia. Permanece en la viña para cumplir la voluntad del Padre. En ella todos son invitados a participar de la fraternidad del reino de Dios. El pago que recibirá por el trabajo vale mucho más que el trabajo mismo, porque es el mismo reino de Dios. En la viña de la profesión caben todos, buenos y malos, los de la primera y los de la última hora. Pero es invitado a la tolerancia y a la colaboración por la bondad del Padre. Se sentirá honrado de trabajar en la viña y en esto tendrá su identidad más profunda. Comprende que el misterio del reino no acontece fuera, sino en el ámbito de su profesión. La profesión, que ha recibido sin merecerla, se pone al servicio para la experiencia fraterna con los otros trabajadores.
La carta de Santiago ilumina también el sentido cristiano de la profesión. Es un documento impregnado del valor social de la fe. Versa sobre la auténtica sabiduría:
3 13 ¿Hay entre vosotros algún sabio y experimentado? Pues muestre con su buena conducta que sus obras tienen la sencillez de la sabiduría. 14 Pero si tenéis el corazón cargado de rivalidad y de ambición, ¿por qué os enorgullecéis y no decís la verdad? 15 Semejante sabiduría no procede de arriba, sino que es terrena, sensual, demoníaca. 16 Porque donde hay envidia y ambición, allí reina el desorden y toda clase de maldad. 17 En cambio, la sabiduría que procede de arriba es en primer lugar intachable, pero además es pacífica, tolerante, conciliadora, compasiva, fecunda, imparcial y sincera. 18 En resumen, los que promueven la paz van sembrando en paz el fruto que conduce a la salvación.
Para Santiago la fe debe comprobarse en la vida. No hay sabiduría si no existe un comportamiento correlativo a ella. La presunción, la arrogancia y la falsedad pretenden ocultar a través de palabras aparentemente sabias, las envidias y ambiciones que anidan en el corazón del hombre y que sólo generan malas acciones. Por el contrario el cristiano, que ha aprendido la sabiduría de la Cruz, la expresa a través de las obras del Espíritu, llenas de tolerancia y de paz.
El creyente necesita comprobar su fe en su vida práctica y también en su profesionalidad. Quien vive cristianamente su profesión supera ese dinamismo tan humano de envidia, ambición y rivalidad para ponerse al servicio del bien común. Su ejercicio profesional está lleno de sentido espiritual y de la paz que procede de lo alto. Se comprende a sí mismo como constructor de la paz. Y esto lo hace por actitudes bien específicas de comprensión, tolerancia, conciliación, compasión, sinceridad, imparcialidad.
Este conjunto de textos ofrece una interpretación de la profesión, que ya no pretende sólo la realización de sí, sino que se abre a la perspectiva del reino de Dios o del misterio, para comprender que el campo profesional es terreno fecundo del evangelio, en el que todo se ordena a la puesta en práctica de los valores del reino. La clave de esta forma de interpretar la profesión tampoco se reduce al altruismo, sino que se amplía hacia otra visión más profunda, la de la reproducción de los rasgos de Cristo y la del misterio de la Cruz. Este modo de interpretar la profesionalidad es coherente con la explicación que hemos hecho de la vocación laical por la secularidad y con el carácter secular de la profesión.
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