Quisiera dirigirme a toda la gente común, como yo, que he dejado atrás o en un segundo plano. Me refiero a los amigos de toda la vida, del barrio, de la infancia, de la Universidad. A todos con los que he compartido algo, pero con los que actualmente no tengo nada que ver por mi actual estilo de vida. Me refiero a tantas personas con las que he caminado en las buenas y en las malas “cosas” de la vida, muchos de ellos estáis en el barrio, en la calle. En el fondo hemos vivido muchas cosas.
Como es evidente, hoy en día hay todo un discurso de la subjetividad y de las diversas formas de verdad, un discurso moderno inherente a la sociedad. Ya no se habla de una verdad uniforme, sino de verdades. Hay una parcialidad de la verdad. Eso nos da permiso para decir “esto me vale y esto no, porque es mi verdad”. Sin lugar a duda son tiempos convulsos, porque si todo es verdad según los intereses de cada uno, entonces todo está permitido. Pero, el caso es que yo he estado ahí, he disfrutado de muchas verdades y de muchas formas de ver la vida. Por eso mismo me dirijo a esa lista de personas que he conocido, amigos todos, porque estuve con vosotros. Me disolví en el discurso de la modernidad dando por sentado que lo correcto era seguir el discurso de mi época.
Sin embargo, lo que pienso y creo hoy nada tiene que ver con lo que pensaba y creía antes. Quiero explicaros porqué. Veréis, si antes mi vida era un sueño, un divagar con las verdades de este mundo, ahora mi vida participa de una única verdad, Jesucristo. Muchos me vais a tildar de carca, religioso, retrógrado. Lo comprendo, pensar así no se ajusta a las verdades del mundo, parece que la creencia en Jesús es no menos que reducirse a sí mismo a una serie de imposiciones morales que cuartean la libertad. Lo comprendo, de verdad. Como San Pablo, tuve que ser tirado al suelo y despertar del sueño en el que estaba sumergido. Y por eso comprendo que todo esto pueda sonar disonante y divergente. Yo estaría muy enfadado si todo esto de Jesús fuera una pantomima, porque sentiría que estoy tirando el tiempo. Os comprendo mejor que nadie, incluso podríais pensar que me subido a un pedestal desde el que borrar mi antigua vida y sentirme mejor que vosotros. Error. En tal caso es abajarme, porque ser cristiano es abajarse y servir.
Pero, vosotros diréis: ¿cómo puedes estar en lo cierto? Sencillamente por fe. Solo por fe se puede creer en Jesucristo. A lo que vosotros volveréis a replicarme que eso y nada es casi lo mismo. En este punto puedo seguir entendiendo vuestra indisposición para creer en lo que os digo, porque por la fe se puede creer en muchas cosas, hasta en las más desacertadas. Pero, anterior a la fe quiero sugeriros un único planteamiento que se puede razonar: ¿y si sí? Imaginad por un momento que lo que os digo es verdad, que Jesús existió y que su vida es real. Entonces, todo cambia. Porque si Jesús existió también existió su historia, porque el nombre siempre viene asociado a la historia, lo contrario sería una contradicción. Me explico, yo no puedo ser Abel y negar mi historia, mi historia soy yo. Del mismo modo, nosotros no podemos decir que Jesús existió y decir que su historia no existió, sería una vaga contradicción. Pero, si Jesús existió entonces su vida existió. Y ya conocéis su vida y su muerte. La gran diferencia entre esta y otra verdad, es que si Jesús existió y es quien dice ser, Dios, entonces Dios murió por ti. El cristianismo es lo más vibrante y enigmático que te vas a encontrar dentro de todas las prácticas místicas, religiosas, y hasta científicas de este mundo. Porque si Jesús existió y es Dios, entonces Dios murió por ti. No hay vuelta de hoja. Si el cristianismo está en lo cierto, entonces Dios murió para salvarte. Es a esto a lo que me refiero, amigos míos. Si Jesús es verdad entonces TODO es verdad, todo toma sentido. Fijaros en que la vida ya no puede ser lo mismo si crees en Jesús, porque si toda su historia es verdad, entonces tu vida y la mía se elevan a la enésima potencia, ¡nada en este mundo podría revalorizar tanto nuestras vidas! Porque si Jesús existió, entonces es Dios quien vino a morir por ti, es El quien pagó el precio con su Sangre por ti y por mí. La vida de Jesús lo cambia todo, cambia tu vida y la cambia la mía, porque no solo es que exista, es que si existió murió por nosotros.
Y recordad la muerte de Jesús: enclavado en una cruz, molido a latigazos, con el costado traspasado por una lanza, burlado, humillado, con unos clavos de 20 cm atravesando sus manos y sus pies, con la espalda desangrada por los latigazos, una corona de espinas destrozando su piel, ciego de un ojo, con un hombro dislocado ante el bullicio de la gente y las burlas de los dirigentes que le decían “sálvate, si eres Dios”.
Imagínate a Dios aguantando todo eso por ti. Pues, si Jesús existió, entonces la muerte de Jesús fue así. Y entiende que si esto es verdad tu vida ya no puede ser lo mismo ¡tu vida ha sido comprada a un precio brutal! Esto lo cambia todo, y por eso me dirijo a vosotros, amigos, por el amor que os tengo. Porque sé que creer en Jesús es un salto al vacío y nunca sabes lo que te puedes esperar. Pero tened por seguro que, si Jesús es verdad, entonces Dios murió por vosotros. Ya no se trata solo de demostrar la existencia de Jesús, es que con la existencia de Jesús acontece su vida y su muerte. Y la muerte de Dios por ti y por mí es algo que no puede dejarnos indiferentes, es algo que no puede dejarnos igual que como estábamos. Porque nuestras vidas jamás valdrán tanto, no hay nada en este mundo que pueda darles tanto valor a nuestras limitadas vidas como el que Dios haya muerto por nosotros. Nada puede ser lo mismo si creemos en Jesús, porque creer en Jesús es creer en su muerte, y su muerte lo cambia todo.
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