Glosa Dominical
Domingo I de Cuaresma – Ciclo A
El pasado miércoles, con el rito de imposición de la ceniza, iniciábamos la Santa Cuaresma. San Pablo nos invitaba “a no echar en saco roto la gracia de Dios”. Y, poniendo palabras en boca del mismo Dios, añadía: “En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda; pues mirad, ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”. Estamos en un tiempo de “grandes oportunidades”.
Todo tiempo es “tiempo favorable”, pero la Cuaresma lo es de un modo especial, porque es tiempo privilegiado de encuentro con Dios. Tiempo para centrarnos en lo esencial. Tiempo para convertir a Jesucristo en el centro de nuestra vida. Tiempo para profundizar el contacto con la Escritura. Tiempo para un acercamiento más intenso a las fuentes de la Gracia: los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía. Tiempo para revivir el Bautismo, que nos hizo hijos de Dios. Tiempo para consolidar la vivencia de ser miembros vivos de la Iglesia. Tiempo de combate, de lucha contra el mal, unidos a Cristo. Tiempo de especial solidaridad con los más necesitados. Tiempo de austeridad en las costumbres, usos, placeres o distracciones, todo para ser más libres.
Tiempo para “ayunar” de ciertas cosas, y también para “hacer fiesta” de otras. Tiempo de ayunar del juzgar a los demás, y festejar que Dios habita en ellos. Tiempo de ayunar del fijarnos en las diferencias, y hacer fiesta por lo que nos une en la vida. Tiempo de ayunar de las tinieblas de la tristeza, y celebrar la luz. Tiempo de ayunar de pensamientos y palabras enfermizas, y alegrarnos con palabras cariñosas y sanadoras. Tiempo de ayunar de desilusiones, y festejar la gratitud. Tiempo de ayunar de la rabia, y festejar la paciencia santificadora. Tiempo de ayunar de pesimismos, y vivir la vida con optimismo como una fiesta continua. Tiempo de ayunar de preocupaciones, quejas y egoísmos, y de festejar la esperanza y la divina providencia. Tiempo de ayunar de prisas y agobios, y de hacer fiesta en oración continua al Padre Eterno.
Tiempo de mojarse. Tiempo de dejarse la piel. Tiempo de buscar dentro. Tiempo de romper la cáscara y aprender a dar fruto. Tiempo de esperar con ansia espiritual la Santa Pascua, meta del tiempo de Cuaresma.
Tranquilo si en este tiempo caes, si pecas o te manchas. Es señal de que caminas. ¡Levántate y continúa adelante!, confiado y apoyado en que “no hay proporción entre el delito y el don… porque -como proclamamos hoy en la segunda lectura- si por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte… cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación” (Rom 5,15-17).
La Cuaresma es un “itinerario de crecimiento”. No te asustes, sino alégrate al descubrir tu pequeñez, tu limitación, tu miseria, tu pecado. Podrás, entonces, vislumbrar la verdadera estatura a la que eres llamado: Cristo Resucitado.
No “echemos en saco roto” la Gracia de Dios. No “perdamos más el tiempo”, y busquemos la intimidad con Dios en estos días de Cuaresma. ¡Merece la pena!
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