«Danos Señor luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla»
Se me ha pedido una colaboración escrita por parte del encargado de la Pastoral Universitaria actual, mi buen amigo D. Pedro García Casas y desde ese momento vengo repitiendo una oración que hace tiempo usamos todos los que realizamos la liturgia eucarística la primera semana del tiempo ordinario: «danos Señor luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla».
Porque efectivamente, como dice también el filósofo, «yo soy yo y mis circunstancias»; y las circunstancias personales mías, por supuesto que han cambiado mucho con el paso de los años, pero también han cambiado las circunstancias sociales, universitarias y religiosas de nuestro tiempo respecto a las que yo pude vivir en mis años de universitario joven en Murcia y Salamanca.
En todo caso mis reflexiones tienen que ser desde mi fe en Jesucristo y como sacerdote de su Iglesia, aunque jubilado y con poca participación en la vida pastoral actual.
He releído ahora, que tengo tiempo disponible, varios libros que usé en mi juventud y tengo subrayados párrafos que entonces me interesaban especialmente, y otros más cercanos a este tiempo y adaptados por sus autores a las «circunstancias» actuales. Recuerdo en este momento uno del cardenal Sarah: «La fuerza del silencio», y estoy poniéndolo bastante en práctica. Hoy se habla mucho, sobre todo a través del móvil y las nuevas tecnologías. Yo casi me limito a la actividad litúrgica y la relación personal con quienes me piden diálogo, y en todo caso procuro hacer también realidad con la oración a no ser yo quien habla, sino que el Espíritu Santo hable por mí, aunque tristemente no siempre lo consiga. Pero algo queda como también diría S. Pablo:
¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!
En esta perspectiva, lo primero que se me ocurre es invitar al que quiera (respeto a la libertad) a intentar conocer con cierta intimidad a Jesús de Nazaret personalmente para llegar a tenerlo y tratar con El como el mejor amigo. Porque Jesucristo no es un mito ni una novela inventada por escritores; es una persona viva- «estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» y la amistad se adquiere con el trato personal. Yo no conocía a nadie de las distintas parroquias por donde he pasado y ahora tengo buenos amigos en todas ellas; lo mismo que suele pasar con las medicinas, que antes de aplicarlas a los enfermos tienen que experimentarlas los científicos en su propia actividad. Así recuerdo también ahora el salmo «gustad y ved qué bueno es el Señor».
Aconsejo también a quien le interese, otro de esos libros que acabo de releer: «Jesús de Nazaret» del papa recién fallecido Benedicto XVI. Pero sobre todo el Evangelio y la oración personal y viva, superando la rutina que nos acecha al repetir tantas veces las mismas palabras; lo que El mismo también nos decía de aquellos de su tiempo y con el profeta Isaías «este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí».
Si a alguien le sirve bendito sea Dios y que Él nos bendiga a todos.
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