He leído estos días un artículo de opinión publicado en el New York Times por el columnista Ross Douthat, bajo el título “Does American Society Need Abortion?” (14.12.2022). Es la culminación de una serie de tres artículos sobre ese tema, en los que ha afrontado las dimensiones psicológicas, físicas y sociales o económicas del aborto. Se trata de aspectos que suelen ser objeto de discusión estos meses en América, tras la decisión del Tribunal Supremo en ese país que revocaba la famosa sentencia Roe v. Wade, che liberalizó la práctica del aborto.
Lo primero que sorprende al leer estos artículos es que un periódico declaradamente liberal, como el New York Times, publique esta serie de artículos que asumen una posición decidida en contra de la praxis del aborto, tal como se ha llevado a cabo estos años. Todavía sorprende más que el autor desarrolle argumentos a menudo en la esfera del pensamiento liberal, como es el recurso al feminismo, a la equidad y a la justicia social, temas más bien del campo progresista.
Quizás todo esto nos extrañe en nuestro ambiente. De hecho, el liberalismo bien entendido es el que da voz a todas las opiniones, el que propicia un sano debate y busca amplios consensos sociales. Además, es interesante que se supere un cierto prejuicio o sesgo ideológico: que la defensa del derecho a abortar es un rasgo que define a las posiciones liberales, y la oposición al mismo sería una marca de los conservadores. El artículo de Douthat dinamita esos preconceptos y permite profundizar en una cuestión más allá de las divisiones ideológicas, para afrontar de forma seria los distintos argumentos que se han puesto en juego. De lo que se trata es de eso: de analizar los argumentos de forma serena para decidir qué es lo más conveniente para las personas y para la sociedad.
He leído los tres artículos, y en ellos el autor inicia con una cierta práctica de lo que se da en llamar “caridad ante el contrario”: es decir, un intento de repasar de manera comprensiva las ideas y razones que exhiben los favorables al derecho al aborto, para responder de forma proporcional y desde el mismo campo, o con las mismas reglas de juego. Entre los distintos frentes que aborda el autor, me llaman más la atención dos: los que tratan de defender a las mujeres y sus derechos, y los de carácter social y económico. Intentaré sintetizarlos.
Uno de los temas más recurrentes a favor del derecho al aborto es que dicho derecho favorece a las mujeres y a sus necesidades de igualdad y de promoción social y económica. Los artículos se refieren a dicha reivindicación reconociendo lo legítimo de esos puntos, pero aportan una perspectiva distinta. En realidad, el derecho al aborto favorece más a los hombres que a las mujeres, según Douthat. Cuando los hombres pueden contar con la posibilidad de que sus parejas interrumpan el embarazo, pueden sentirse mucho menos comprometidos ante dicha situación, a veces inesperada.
Siempre habría una salida que justificaría actitudes de no compromiso o de desatención hacia la mujer y sus expectativas. Las mujeres que busquen relaciones más estables de cara a la formación de una familia tendrán más dificultades, pues siempre podría desentenderse la otra parte que contribuye al embarazo. De hecho, los estudios estadísticos muestran que a pesar de esas facilidades, un buen número de niños nacen fuera del vínculo familiar (un 40% en los últimos años en USA) y que el escenario actual no propicia la formación de familias estables, lo que perjudica tanto a las mujeres como a los hombres.
También se da otro tipo de argumento en torno a las dificultades para abortar y sus efectos en las mujeres: el del daño físico y psicológico que se asocia a un embarazo y un parto no deseado. Un estudio muestra que dicho estrés o “trauma” desaparece prácticamente pocos meses o años después del nacimiento del hijo, no persiste mucho el “arrepentimiento” por haber generado un hijo.
La otra dimensión del debate se refiere a las consecuencias sociales y económicas que podría acarrear la limitación del derecho al aborto. Se argumenta que la posibilidad de abortar supone un gran ahorro al Estado y las políticas de bienestar, y también a las mujeres que de otra forma ven comprometidos sus estudios y sus carrearas profesionales. Douthat muestra que dichos motivos favorecen sobre todo a un modelo patriarcal y capitalista de sociedad, en el que las personas están al servicio de la economía y de los intereses de los hombres, como de hecho ha ocurrido a lo largo de la historia y aún en nuestro tiempo, cuando la práctica del aborto en varias sociedades sirve a los conveniencias patriarcales. Lo cierto es que todo el sistema económico se vuelve a medio plazo insostenible, con sociedades que envejecen, cargas mayores para las nuevas generaciones ante la caída de la natalidad, y previsiones de futuro bastante oscuras.
Ciertamente no puedo resumir la riqueza de los argumentos de Douthat en un breve artículo. Lo que me parece alentador es que se dé un debate sereno, desapasionado, y sin las connotaciones ideológicas que lo han impregnado en estos años. Es decir, estamos hablando de recuperar un debate racional y equilibrado, que pueda analizar los mejores argumentos y no se deje deslumbrar por retóricas fáciles. No estamos sólo ante una cuestión moral, sino más profunda, y que afecta a nuestras ideas sobre la persona, el amor, y la sociedad que queremos. Lo que se deduce de los análisis de Douthat es que está en juego en este asunto mucho más que la conveniencia puntual de muchos y sobre todo de muchas: lo que nos jugamos es el modelo de sociedad y de persona, o nuestra comprensión del amor como una actitud plenificadora y de la familia como una realidad que llena de sentido la vida de la mayoría.
En estos artículos hay continuas referencias a la revolución sexual de los años 60 y a sus consecuencias a largo plazo, como algo que muchos consideran irreversible, y probablemente el reloj de la historia no se pueda volver atrás. Lo que no significa que debamos aceptar como un destino ineluctable una situación que varias voces críticas juzgan como insatisfactoria y que invita a ciertas correcciones, al menos para ofrecer un horizonte cultural alternativo al que ha consagrado el derecho al aborto como una conquista social, en lugar de un retraso y una merma de humanidad.
No comparto la idea de que facilitar el acceso al aborto sea progresista, o que propiciar una cultura del amor que culmina en la formación de una familia sea conservador. Hubo un tiempo en que fumar se consideraba una actitud de progres, una moda de buen gusto. Creo que ha llegado el tiempo de replantearnos las cosas a partir de las experiencias acumuladas, y de los datos que muestran el lado sombrío, traumático y triste del aborto.
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