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Foto del escritorLuis Emilio Pascual Molina

Y la Palabra se hizo Familia

Día de la Sagrada Familia – Ciclo C


“La Palabra se hizo humanidad. Y acampó en la tierra de los hombres. Desde entonces todo ser humano lleva dentro la semilla del amor”. Este poema de Carmen Cañada nos sitúa en la esencia de la Navidad, en el “misterio” que estamos celebrando un año más, porque se vuelve -de nuevo- acontecimiento salvífico para cada hombre. ¡Qué pena da observar cómo desvirtuamos la Navidad! “Existen muchas navidades…”, nos dice la publicidad y se escucha por las calles, pero -¡oh, casualidad!- en muy pocas aparece una mínima referencia al Misterio de Dios hecho niño en Belén.


Pero… dejemos los lamentos y volvamos al núcleo de nuestra Fe. Acabamos de celebrar que la Palabra, el Verbo Eterno de Dios, que “existía desde el principio y por medio del cual todo fue hecho…” (Jn 1, 1-3) se hizo Humanidad. Pero es más, se hizo también Gratuidad: con la llegada de Jesús otro mundo es posible, una nueva música se escucha en el mundo, la de la pura gratuidad. Y la Palabra se hizo también Nazaret: allí Jesús se hizo hijo, vecino, trabajador, amigo; allí, la pequeñez de la vida cotidiana, con sus gestos y sus palabras sencillas, con sus gozos y sus dolores, quedó embellecida singularmente por el misterio de la Encarnación.


Y allí la Palabra se hizo Familia: se hizo hogar, acogida, escuela de realización continua, lugar de crecimiento, servicio, amor sin condiciones. Y la Palabra se hizo Pan para el día a día, alimento para el camino. Y la Palabra se hizo Corazón, y así entró, y entra cada día, en diálogo “con los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los sufrientes…”, porque “esos son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (Gaudium et Spes 1). Y la Palabra también se hizo Interioridad y así, al acercarse de puntillas y llamar suavemente a la puerta, dejó el corazón habitado por el misterio del amor, y amplió el horizonte de la persona hasta límites insospechados. Y la Palabra se hizo Signo… y como la estrella para aquellos Magos de Oriente, somos invitados a seguirla, a ponernos en camino, a buscarla y a adorarla, a entregarle nuestra vida, y a ser sus testigos. Y porque la Palabra se hizo Familia… ahora, con renovadas fuerzas, hemos de proclamar desde nuestra experiencia gozosa de ser familia y creer en la familia, que «el futuro de la humanidad pasa por la familia». Así lo gritó Juan Pablo II en Madrid en 1982. Ahora nos toca a nosotros gritarlo.


Y la familia de Dios -la Iglesia-, hoy, en signo de comunión con Roma, inaugura el Año Jubilar de la Esperanza en todas las catedrales del mundo. El Papa Francisco nos invita a ser “Peregrinos de Esperanza”. Pongámonos en marcha… YA.


Permitidme en este Día de la Sagrada Familia invitaros a repetir conmigo esta oración: “¡Que el hombre cargue en los hombros la gracia de ser padre! ¡Que la madre sea un cielo de ternura, cariño y amor! ¡Que los hijos conozcan la fuerza que brota del amor! ¡Bendice, Señor, a nuestras familias! Amén”.

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